Grados de ausencia

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A nadie le gusta, cuando es verano, acostarse en su cama y sentir la almohada caliente; es una sensación de mucho calor y tal vez pensemos que se nos derretirán los sueños. Distinto es llegar a tu irreemplazable colchón y sentir un momentáneo frío en el cuerpo, como si nadie nunca hubiese usado aquellas sábanas, como si no hubiesen sido testigo de los sucios pensamiento de anoche.
Después de un rato, cuando la temperatura vuelve, volteamos hacia un lado y dejamos caer el cráneo en el hueco perfecto de nuestra almohada, el hueco frío y sereno que deja la impresión del reciente apoyo de un fantasma o de un alma lejana que viajó a nuestro dormitorio con la intención de acompañarnos incógnita y silenciosamente.
Querido vacío, querido hueco que nos hundes en la más exquisita sensación de soledad concurrida y acompañada. Gracias espíritu lejano por venir a quedarte un momento a mi lado, mientras las sábanas vuelven a entiviarse y sin darnos cuenta comenzamos a dormir.

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